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Juan sin Credo

...La cena nace aL...

...La cena nace aL...

 

Ya habíamos comentando con anterioridad el interés que nos despertó el gran descubrimiento de los documentos inéditos de Juan sin Credo en el monasterio de la Valldigna (http://postrergenito.blogia.com/2009/072901-el-sillon-iconoclasta-y-la-caja-de-los-hilos punzantes.php)

De vez en cuando nos gusta publicar alguno de estos textos, alejados del bullicio y estrépito de las Salas de Butacas. Más bien, como decía Fray Luis, están forjados tras una retirada vida a la lectura individual y silenciosa.

(...descansada vida que huye...)

No pretendiendo interrumpir en un h(i)(a)to el diptongo de su sílaba, trasmitimos a sus únicos y fieles lectores una delirante impresión sobre la última novela de Gonzalo Hidalgo Bayal, El espíritu áspero, publicado en el 2009 por la editorial Tusquets.

 

Llegué al día de san Silvestre merendándome el Proyecto Nocilla, de Agustín Fernández Mallo, del cual no sacaré la más mínima expresión sino estas breves líneas que aquí pronto remataré. Los dos primeros volúmenes, Nocilla Dream y Nocilla Experience, tienen alguna validez literaria, pero el último, Nocilla Lab, desmejora sensiblemente el resultado final de producto editorial de Alfaguara.

(Nocilla de merendilla)

Con tanta crema de chocolate en la retinas, pasé a la cena de una lectura más sabrosa con la novela de Gonzalo Hidalgo. Previamente a El espíritu áspero, había practicado su fondo y forma en alguna otra de sus obras, que, por cierto, son bastantes difíciles de encontrar, a excepción de las publicadas en Tusquets.

La paradoja del interventor fue un grato descubrimiento. Merece la pena reseñar el trato inaudito con el que se presenta la realidad, empujada hacia una tremebunda angustia que ofrece una sensación de encontrarnos impotentes ante un callejón sin salida. También me sorprendió El cerco oblicuo, novela corta donde el azar se impregna de un alto valor geométrico y racional, siendo capaz el autor de transformar la ficción en un trasunto brumoso y escapadizo.

(Callejón sin salida)

Con este equipaje repleto de emociones, comencé la verbena verbal -tocada por una orquesta compuesta de un armonioso ensamblaje narrativo- de la última novela del profesor Hidalgo, que está teñida con una fuerte impronta rabeliana. Tal impronta se presenta, gracias a una persistente tendencia hacia la ponderación de los caracteres y a un humor radicado en unos juegos continuos con las palabras, con las situaciones grotescas, con los equívocos o los enredos y a un sinfín de situaciones más que se van viendo impregnadas de la melancolía y la nostalgia de una vida que, finalmente, ha alcanzado su término.

(El narrador testigo)

La novela comienza in media res, y el narrador, el propio autor, es un narrador-testigo, bien porque participa directamente de los acontecimientos, bien porque los conoce a través de una especie de libro de memorias que pertenece al personaje principal: don Gumersindo. Como he señalado la acción despunta en el medio de los sucesos, con la jubilación de este catedrático de Lenguas Clásicas de un Instituto de Enseñanzas Medias, situado en la ciudad recreada de Murania.

A partir de aquí los breves capítulos, o más bien parágrafos, articulan su biografía desde su infancia, jalonándose con episodios de un grupo de chavales que han sido sus últimos alumnos, cuya musa, Minerva Cabañuelas, servirá de nexo entre los dos cronotopos, que avanzan linealmente, hasta terminar por fusionarse en el tramo final de los días del ya anciano profesor.

(Minerva, la de los ojos de lechuza)

En todo este recorrido histórico por la biografía de un hombre -es digno de mencionar los escasos datos con los que cuenta el lector para contar el tiempo exacto en el que se sitúa la acción de la novela- aparecerán un carrusel innumerable de personajes de los que merece la pena destacar al patriarca Pedro Cabañuelas, forjador de una dinastía rural, que encarna la acción frente a la contemplación de Sindo, diminutivo afectuoso que recibirá el profesor por parte del Canícula, pseudónimo referido a don Pedro.

También se encuentran el párroco don Bonifacio, el maestro don Ananías o el fiel amigo de Pedro, Ramonato, todos ellos personajes relativos a la infancia de Sindo. Asimismo recordamos a Vizcaíno o H2, compañeros de la Universidad, a los que se puede añadir el estudiante americano de antropología Walter Away. Mientras que en el grupo de alumnos sobresalen Valentín Valiente, alias Mentecato, líder espiritual del grupo Tía Laos, la citada Minerva, su media naranja, y el disparatado vate de Murania, Ramiro H. Espinosa, que eternamente cortejará a la musa Minerva sin ningún resultado positivo.

(Un antecesor galo del bardo Ramiro)

El espacio que nos encontramos es una geografía de autor que tiene como punto de referencia la zona norte de la provincia de Cáceres, dato que podemos dar por hipotético al ser el lugar de origen del autor y donde, también, actualmente, imparte docencia, como, asimismo, por algunas ligeras referencias que se encuentran esparcidas por la novela.

Todo este espacio inventado presume del más mínimo detalle y la pulcritud topográfica nos lleva a imaginarnos una imagen precisa de Tierra de Murgaños: Pico Garabo, Peña Quemada, Quebrada del Jayón, Hondón del Descuernacabras...lugares donde la naturaleza aún predomina con una disposición mítica que favorece la creación de una fantasía, dispuesta a reclamar un justo lugar junto a la más verídica de las cartografías proyectadas por el hombre.

(Posible cartografía de la Tierra de Murgaños)

En cuanto a los temas, podemos señalar un amplio abanico que concentraría aquellos que reflejan con mayor hondura el sentido existencial y metafísico del hombre; así nos hallamos ante núcleos temáticos tan importantes como el amor, la muerte, la amistad...

Las influencias se pueden rastrear en Cervantes -es singular el ejemplo de la madre de Ramonato que tiene una fuerte reminiscencia con la pastora Marcela- incluso en don Juan Manuel -el mismo personaje en su matrimonio con Agustina recuerda el aroma del episodio del mancebo que casó con mujer brava-. No obstante, las referencias culturales y literarias son infinitas; la Biblia, la historiografía grecolatina, los autores clásicos como Horacio y los autores en lengua vulgar como Petrarca...

(Ridiculus mus)

En resumidas cuentas, un festín literario que hace las delicias de cualquier lector de cultura media. Los palíndromos, palabras o frases que se leen igual de izquierda a derecha o viceversa, las paronomasias o el empleo de los pseudónimos, así como los ejercicios poéticos de Ramiro H. Espinosa nos hacen sonreír ante la profundidad y hondura de un trayecto vital en el devenir de un tiempo que nunca más será nuestro. Un tiempo donde el espíritu se torna en áspero.

Dicen que Juan sin Credo leyó en el número 949 del Babelia una entrevista, entre otros a Agustín Fernández Mallo, sobre La narrativa española contemporánea y sus derroteros y le dio la risa. Dicen que aunque le gustó en conjunto, alguna parte de la novela El espíritu áspero le pareció pretenciosa, como aquella donde aparece el personaje Gumersindo enmendádole la plana a la figura de Antonio Machado. Dicen que Juan sin Credo pensó la dificultad ante la que se va a encontrar Gonzalo Hidalgo para superarse a sí mismo en su siguiente novela.

(El futuro de la narrativa hispánica)

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