El Procurador de Judea
La resaña con seña
Se oye comentar a la gente del lugar que Juan sin Credo ha leído el libro que inaugura el catálogo de la zaragozana Editorial Contraseña, compuesto en caracteres New Baskerbille e impreso en papel registro de 125 gramos para el interior y una cartulina Chromomat de 250 gramos para la cubierta, que fue llevado a imprimir en marzo de 2010, El procurador de Judea, del Nobel francés en 1921, Anatole-Françoid Thibault, más conocido con el sobrenombre de Anatole France.
Parece que el narrador está en tercera persona y obedece a las convenciones clásicas de la narratología, pudiéndose clasificar en la categoría más pulcra de narrador omnisciente.
Parece que el contexto histórico o tiempo externo se sitúa en el primer siglo de la era cristiana, pues la aparición de personajes de la talla de Poncio Pilatos, así como la cita de los emperadores Cayo, Tiberio y Vitelio, permiten ofrecer una cronología precisa.
Parece que el tiempo interno o tiempo de la narración dura apenás dos días, desde que Aelio reconoce a Poncio en su litera hasta la noche del día siguiente, donde se produce la cena y posterior tertulia.
Parece que el espacio se ubica en los Campos Flégreos, cerca del cabo Miseno, en el Mar Tirreno, lugar en el que los personajes están pasando una temporada para aliviar las dolencias propias de su edad, gracias a las propiedades curativas del agua que emana de la zona volcánica. Como espacio secundario aparece la casa de Poncio Pilatos.
Parece que el protagonista es Poncio Pilato y su antagonista, que le sirve de contrapunto, es el patricio L. Aelio Lamia, sin embargo, tambien se nombran a Lépida, la adultera mujer de Publio Quirino, y a los emperadores Cayo, Tiberio y Vitelio.
Dicen que a Juan sin Credo la lectura del relato le ha significado un mayor acercamiento y comprensión del caso Dreyfus, del que Anatole fue un gran defensor, después de la repentina muerte de Zola, aunque de poco sirvió para frenar la gran ola de antisemitismo que azotó Europa, culminando en la cresta con los campos de exterminio nazis.
Dicen que a Juan sin Credo la propuesta editorial de Contraseña de rescatar los textos clásicos de autores contemporáneos, -como el relato que nos ocupa, publicado por primera vez en Le Temps en 25 de diciembre de 1891, con una cuidada presentación que contiene un prólogo de Ignacio Martínez de Pisón, un Posfacio de Leonardo Sciacia, sacado de la edición italiana de Sellecio con fecha de 1980 y la reproducción de las ilustraciones de la mano de Eugene Grasset, que formaron parte del Estuche de nácar, de 1902, en donde estuvo incluido El procurador- le parece una apuesta importante por el buen gusto estético frente a los barbarismos de las grandes editoriales que inflan de gas tóxico su catálogo con libros que no merecen la pena ni siquiera perder un minuto en su lectura.
(El autor)
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