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Juan sin Credo

Regala Guindalera por Navidad

Regala Guindalera por Navidad

 

Científicos futuristas, Científicos futuristas, Científicos futuristas, machacaban parpadeantes los leds de la pantalla de aviso de nuestra Central de Alarmas. El mensaje provenía de la ciudad de Ballybeg, perteneciente al condado de Donegal, en la lejana y católica Irlanda. En seguida nos pusimos en marcha con toda nuestra parafernalia técnica de medidores de frecuencia. En un santiamén aterrizamos con una de nuestras naves intertemporales en la verde campiña irlandesa, aproximadamente, a primeros de agosto de 1936. Mes elegido, según la tradición celta, para celebrar la fiesta de la Lughnasa.

El misterio del asunto venía provocado por una vetusta radio Marconi que, debido a unas graves interferencias, lanzaba unos extraños mensajes incomprensibles, mitad en gaélico, mitad en castellano. Para subsanar el problema del idioma irlandés, tuvimos que contar con la presencia de nuestro querido y añorado Marcos Byth Dha Honen. El resto ya lo solucionamos nosotros. ¡Cómo no! No podía ser de otra manera. Nos encontramos con otro documento de nuestro idolatrado nihilista cartesiano Juan sin Credo.

Dicho texto se refería a la obra maestra del reciente octogenario Brian Friel, Bailando en Lughanasa, bajo la dirección de Juan Pastor en la Sala la Guindalera, con fecha de 12 de diciembre del 2009 a las 20:00 horas. Al no querer retardar apenas una consonante de las palabras de nuestro tan denostado crítico, arrojamos su hilarante pensamiento para regocijo de sus únicos y fieles lectores.

(Michael y su familia)

Había dejado reservadas dos entradas de precio reducido, motivo por el que llegué a la taquilla con una hora de antelación. Me tocó esperar a mi amiga Zeniala Volvoreta en el bar que está al lado del teatro, en donde ponen las cortezas más resecas de toda la cristiandad. Allí estuvo Teresa Valentín hablando con unas amigas que ya habían visto el montaje por los años del Pradillo. Vino Zeniala, entramos con el tiempo justo y tuvimos que sentarnos al pie de escenario, en el banco que se encuentra cerca de la entrada.

Este espacio escénico se dividirá en dos partes, una exterior -el jardín donde el pequeño Michael jugará con sus horrorosas cometas- y otra interior -la casa de las hermanas Mundy- lugar en el cual ocurren la mayoría de las escenas. Un hogar cálido, donde predomina la madera; mesas y sillas de cocina. Además de la intermitente radio Marconi, el artilugio de la modernidad que vertebrará, con sus numerosas canciones, el hilo narrativo del recuerdo del protagonista.

(Bailando)

Por tanto, dos planos, el actual, relatado por Michael, y el de la memoria, centrado en los acontecimientos previos a la desmembración de su familia, justo a principios de agosto de 1936, cuando se celebra la fiesta de la Lughnasa. La pieza se abre y se cierra con la melodía del tema Morning has broken de Yusuf Islam. Otros importantes hitos musicales, que podemos destacar dentro de la puesta en escena, son las realizadas por Josephine Bater, Edith Piaf y Ella Fitzgerald, así como la música folclórica irlandesa. La coreografía de alguna de estas canciones marcará el momento culminante de tensión dramática de la pieza. Es digno de reseñar la escena en la que están todas las mujeres bailando, presas de la emoción por la idea de poder asistir a Lughansa, hasta que se estropea la radio y se quedan vacías, hundidas, huecas.

Ya hemos hablado del decorado y de la importante ambientación musical de la obra. El vestuario es gris, monótono, pobre. Destacan las grandes botas de tres de las actrices, que les sirven para zapatear en la pequeña tarima de madera de la zona interior. El vestuario del padre Jack es más variado, sobre todo en sus enormes chaquetas de lana. Michael viste un elegante traje de pana y el vestuario de Gerry es más vistoso y colorido.

(Cris en pleno paroxismo)

Del elenco sólo se puede hablar maravillas. El trabajo del grupo actoral está muy elaborado y el espectador se deleita en la contemplación de esas vidas ilusorias expuestas a los ojos de una ficción que se transforman en unas figuras sensibles, humanas, repletas de realidad. Para mi gusto es quizás la figura de Gerry Evans, Álex Tormo, la que desentona, levemente, el tono realista propuesto por el resto de actores.

Poco he de decir de la profesionalidad de Juan Pastor, que desempeña el papel de Padre Jack, y del televisivo, Raúl Fernández, Michael, sino que, junto a mi admirada, María Pastor, que protagoniza el papel de Cris, son la columna vertebral de la obra. Juan por su presencia en escena, Raúl por su torrente de voz melódica y María, por su sencillez y su fuerza escénica, destacan y arrastran al resto del grupo.

(La dulce Cris y el granuja de Gerry)

Aún así, no hay que echar de menos a las demás actrices del reparto. Personalmente, me quedo con Kate, Victoria dal Vera. Su papel de hermana mayor -frustrada por toda una serie de complejos provenientes del choque entre la realidad moral y sus deseos y pasiones que la convierten en una amargada- está realizado de una manera magistral. Por otro lado Maggie, Agnes y Rose, Elia Muñoz, Yolanda Robles y Carmen Gutiérrez respectivamente, también tienen su peso específico dentro de la obra.

En definitiva, una bonita historia que colma las expectativas de un espectador que va al teatro con el fin de pasar un rato agradable sin experimentos ni estridencias. Una puesta en escena donde el baile supone una liberación de las pasiones ocultas y que permite el paso al desahogo de un dolor presente y a otro mayor que se sospecha venidero.

(La malamada Kate)

Dicen que Zeniala Volvoreta y Juan sin Credo salieron satisfechos y fueron a cenar a una taberna de los alrededores, donde, más tarde, se encontraron con el grupo de actores. Dicen que Juan sin Credo mostró su agradecimiento a la sonrisa de María Pastor y a la simpatía de Raúl Fernández. Dicen que Zeniala Volvoreta y Juan sin Credo se marcharon a bailar, descubriendo un mundo que ya no les pertenecía. Dicen que Juan sin Credo dijo: -Será que me estoy convirtiendo en un clásico-

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