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Juan sin Credo

Las batallas en el desierto

Las batallas en el desierto

 

La resaña con seña

Se oye comentar a la gente del lugar que Juan sin Credo ha leído la obrita narrativa del último premio Cervantes, José Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto, escrita en 1994 y reeditada en la colección andanzas, perteneciente a la Editorial Tusquets, en el mes de abril del 2010.

Parece que el narrador está en primera persona y maneja un monólogo interior salpicado de retazos de su pasado, en donde se entrecruzan el estilo directo y el indirecto libre.

Parece que el tiempo externo o contexto histórico se sitúa durante el mandato del presidente mexicano Miguel Alemán Valdés, a finales de la década de los cuarenta, periodo concomitante con los primeros conatos beligerantes del interminable conflicto árabe-israelí.

Parece que el tiempo interno o del relato se centra en el último trimestre de un curso académico, que, según se cita en la novelita, finaliza en México a la par que el año natural.

Parece que el espacio principal es la capital del gran estado centroamericano y dentro de ésta se fragmenta en la Colonia Roma; sus cines, la escuela, la casa del protagonista y la de su amigo.

Parece que el personaje relevante es Carlos, un preadolescente de clase media mexicana venida a menos al estar sufriendo las consecuencias de la invasión empresarial norteamericana, muy potente después de proclamarse vencedora de la segunda Guerra Mundial. Personajes de segundo nivel son la madre de su amigo Jim, Mariana, de la que nuestro protagonista se quedará prendado y cuyo oficio es ser la “amante oficial” de la mano derecha del presidente. Otros personajes son Héctor, el hermano mayor, predelincuente o camorrista habitual, sus hermanas Estrellita, Rosamari e Isabel -esta última mantuvo un tórrido romance con una estrella crepuscular del cine mexicano- y Harry el rico o Rosales el pobre, este último terminará confesándole a Carlitos el desenlace fatal de Mariana.

Dice que a Juan sin Credo este micro-retrato de la sociedad mexicana hacia la mitad del siglo XX no le ha resultado tan relevante como para que sea la segunda mejor narración de ese país en los últimos treinta años, según aparece en las solapas del libro. No es que él sea un experto en el campo de los narradores centroamericanos, pero piensa que Las batallas en el desierto es un obra que peca de levedad, pues no existe una arquitectura narrativa sólida sino que, por el contrario, se respira un aire de crónica muy ligero y difuminado.

 

(El último premio Cervantes)

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