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Juan sin Credo

A la jaca, la jácara, jacaranda

A la jaca, la jácara, jacaranda

 

Podría parecer imposible, pero nada más cerca de la realidad que aquellos hechos acaecidos próximos en el tiempo al solsticio de verano del año del señor de 2009. Por aquel entonces, preparábamos los enseres básicos que se estiman para disfrutar unas preciadas vacaciones, cuando recibimos una incesante llamada telefónica de la Sociedad Ornitológica Española, donde se necesitaba contar con nuestro inestimable apoyo científico en la resolución de un gran enigma, que les estaba trayendo por el camino de la amargura desde hacía ya varios días.

 (Cigüeña reflexionando antes de crotorar la crítica sobre Vidriera y Monipodio)

Sucedía que una cigüeña -apostado su nido en una de las torres cercanas al claustro del Colegio del Rey de Alcalá de Henares- no paraba de crotorar desde que se había representado en ese patio una adaptación de dos de las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes, bajo dramaturgia y dirección de Pepe Ortega, al mando de la compañía de teatro Ítaca. Preocupados por la posible inflamación que estaría sufriendo la siringue de tan locuaz ave, nos preguntaron si era posible que Juan sin Credo tuviera algo que ver en todo este misterioso asunto.

(Cartel del Festival de Alcalá 2009)

Hasta aquel lugar nos desplazamos con toda nuestra parafernalia y entramado de exactos medidores de frecuencia por ultrasonidos, infalibles en estas situaciones tan dramáticas, además de contratar, específicamente, un traductor que había venido desde París, como tantos otros bebés nacional-católicos, y que conocía a la perfección el lenguaje secreto de las cigüeñas.

(Cigüeña trayéndonos al traductor)

Así fue como apareció otro de los grandes escritos de nuestro admirado nihilista, el irrefrenable, compulsivo y monomaníaco Juan sin Credo. Como no pretendemos ceder ni una sílaba siquiera al deleite en la verbena de la doctrina critica de tan ilustre libre-pensador, transcribimos, a continuación, sus hilarantes palabras para provecho de sus posibles y únicos lectores.

Breve fue nuestro viaje y mudanza, dejando la gran urbe de lado, en busca de una buena y experimentada dramaturgia. La exquisita Luz Sonora de la Partitura parecía una puntual conocedora de los bellos rincones de la vieja ciudad, que hacían más amena y encendida su agradable sonrisa; mas luego se incorporó el prócer, a la par que discreto, Conde de Abascal, haciendo gala de su buen tino e hilvanada ironía, añadiendo, aún si cabe, una nueva dosis de sazonada sabiduría a nuestra tan alegre dialéctica. Alcalá de Henares bullía en el ardor del ocaso de su IX Festival de Artes Escénicas preñada de escenarios, comedias y finos paladeadores de la Cultura.

 (Claustro del Colegio del Rey)

Pepe Ortega (Ortegeo) y su farándula (Pepelopes), tras su precipitada marcha de la Sala Ítaca,-condenados a vagar por todas las tablas del orbe cristiano, incluso pagano si fuera menester- habían desembarcado esta vez, durante tres días, bajo las celestes estrellas y los torreones nidificados del claustro del Colegio del Rey con Vidriera y MonipodioEL PATIO DE MONIPODIO, EL PATIO DE MONIPODIO (BIS)-: una muestra bufa de las Novelas ejemplares, contemplada con anterioridad por cientos de escolares durante los dos últimos cursos académicos.

(Imagen interior de la desahuciada Sala Ítaca)

Nace esta propuesta escénica hincando sus raíces en el género milenario de la farsa, en los orígenes elementales del drama, en el primigenio disfraz de las pasiones humanas convertidas en chanza y algarada, bajo el rito proteico del desdoblamiento de la identidad. Posiblemente ésta sea la principal causa de su merecido éxito y triunfo, aparte de contar con un excelente grupo actores entre los que destaca el papel de Vidriera, realizado por María José Sárrate y el esforzado empeño de Giovanni Holguin, experto en el manejo de las transiciones dramáticas.

(Detalle de uno de los pases de mano)

La obra se articula en torno a un narrador rockero, Eduardo Zubiaur, de voz aflautada, escorado a la izquierda, con sus zapatillas blancas de velcro, vaqueros sencillos y camisa también blanca de algodón, que, de la misma manera, se encargará de pautar, en bastantes ocasiones, las intervenciones de los personajes. En un primer momento salen en carrusel, uno tras otro, los diversos actores declamando fragmentos del Prólogo de las Novelas ejemplares, voz propia de Miguel de Cervantes, para, posteriormente, irse alternando una de las novelas, seleccionadas por el director, con la otra.

(Portada de las Novelas ejemplares)

El escenario, desnudo de decoración, se viste con una tela de color pálido -que permite un atrevido juego de sombras fuera del proscenio- donde parece quedar proyectada, o tal vez pintada, la portada de la primera edición de las novelas y además cuenta con un trabajo actoral muy elaborado en algunos memorables momentos. Es digno de destacar, cuando Vidriera responde con su locura a las preguntas de los curiosos, la cantidad de registros de mímica gestual y los diferentes tonos de voz que es capaz de manejar la actriz María José Sárrate.

  (Logotipo del IX festival de teatro clásico de Alcalá de Henares)

Por otro lado, Monipodio, encarnado por el veterano Felipe Vélez, es un gurú amanerado con cualidades cercanas a los vaticinadores contemporáneos que pueblan nuestras parrillas televisivas. El peldaño elevado que tiene su personaje con respecto al resto hace que se enseñoreé en su papel, mostrando cierta arrogancia que desequilibra, en cierta medida, su actuación.

Mientras tanto, Rincón y Cortado, Javier Muñoz y Mikele Urroz, respectivamente, son dos jóvenes promesas del teatro español, como tantas otras que pululan por las Salas y compañías del orbe ibérico, donde sólo el tiempo de su duro oficio marcará su destino. No queremos olvidarnos de la encomiable labor realizada por Giovanni, de la que ya, sucintamente, hemos aludido. Su importancia radica en la funcionalidad que tienen sus múltiples personajes en el trascurso de la obra como nexo de relación entre el resto de las escenas y los demás actores.

Otro de los aciertos de la dramaturgia es el cuidado trabajo vertido en el vestuario y los complementos o utilería,  tarea encomendada a Paz Ayuso. Preciosos y elegantes son los trajes morunos que viste Monipodio, al igual que la vestimenta guerrera que luce Giovanni, cuando interpreta al capitán Valdivia. Acertada está también la caracterización de Vidriera en la silla de ruedas, con un embudo de brillante hojalata como sombrero y una lanza con su estandarte de loco. Por último, es de vital importancia las minúsculas máscaras de goma que se ensartan los personajes de Monipodio y que deforman, sutilmente, su rostro, vía de entrada al mundo de la sátira, el baile y la carcajada.

En suma, una brillante lectura que vivifica la prosa menor de Cervantes, denostada por la amplitud de su Novela de novelas de su gran loco don Alonso Quijano, y que nos permite ahondar en esa visión compleja de las relaciones mundanas entre los individuos mediante la desnudez en lo ridículo y lo grotesco que trae consigo el eterno e inmutable género de la farsa.

Dicen que los suyos y Juan sin Credo salieron contentos por haber pasado un rato divertido contemplándose en el espejo del mundo de los personajes de la comedia burlesca. Dicen que Juan sin Credo estaba conforme tras haberse desplazado en busca de la dramaturgia de Pepe Ortega, haciendo honor a las acertadas palabras que había escuchado de la boca de Maritxu, atenta espectadora de su radiante éxito Kampillo, o el corazón de las piedras, al que todavía el propio Juan sin Credo esperaba ver en escena. Dicen que una grácil cigüeña, solemne en su crotorar, se despidió de Luz Sonora de la Partitura, el Conde de Abascal y Juan sin Credo deseándoles una fructífera amistad a pesar de la posibilidad en que sus destinos y desatinos se bifurcaran para siempre.


(La cigüena crotora su despedida)

1 comentario

Fe de erratas -

Se lamenta el uso del término cerca y su derivado cercano, tan cerca