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Juan sin Credo

Londres es de cartón

Londres es de cartón

 La resaña con seña

Se oye comentar a la gente del lugar que Juan sin Credo ha leído la última novela del sorprendente ganador del Premio Nacional de Narrativa del 2002, (con la obra Un tranvía en SP), Unai Elorriaga, Londres es de cartón, publicada por el Grupo Santillana en enero de 2010, bajo uno de sus sellos editoriales, en esta ocasión Alfaguara.

Parece que el narrador está en tercera persona pero existe la incorporación de otros materiales ajenos a la narración que convierte el hilo de los acontecimientos en un pastiche donde tienen cabida los textos expositivos en forma de atestado policial, decálogo de normas de conducta, etc. El contexto histórico es alegórico, existen datos que nos hablan de Stalin, de los trenes, los magnetofones, las cabinas telefónicas..., por lo que se puede situar el marco narrativo en cualquier época posterior al auge y aceptación moral de los totalitarismos. El tiempo de la narración se centra en un verano, aunque , del mismo modo, se disgregará en una nebulosa. El espacio se ubica en los tejados de un pueblo, pero también aparecerá la famosa Casa del reloj. El personaje principal es una sombra desgarrada: la desequilibrada Sora Albret; a su alrededor pululan espectros desdibujados que se agitan entre la clandestinidad y la pesadilla. Por un lado se encuentran los amigos del tejado, Phineas, Beuler, Musone, Routon, Datos, mientras que los tiranos carboneros son Mitrofan, Dorcas y Tadeuz, el último grupo es el de los doctores Fresleven, Bornas, Malo y Tizman. En el fragmento narrativo resuelto dentro de las coordenadas del género policíaco están Henry Utterson, Patrick Mallowan, y el joven y sagaz Mr Flechsing, la enfermera Glady Podgars, Filby, Emily y la misteriosa y escurridiza miss Albret, entre otros.

Dicen que a Juan sin Credo este collage narrativo le ha resultado de una extravagancia absoluta, muy osado y atrevido pero sin fuelle. Los laberintos intrínsecos de la locura plasmados en la novela crean un espacio de vaguedad y enigma en el lector que junto al clima de fiebre y angustia irrespirable de la incertidumbre narrativa le transmiten un sentimiento espeso de aridez general, bastante difícil para sobrellevar un ritmo coherente de lectura.

(El autor)

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