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Juan sin Credo

Un canino descoloque del Coloquio...

Un canino descoloque del Coloquio...

 

No tardaron en avisarnos. Veníamos de pasar una tranquila tarde de domingo cuando vimos que la señal de alarma centelleaba en un grito parpadeante del auxilio. En la antigua Pucela, cerca del Hospital de la Resurreción, está situada una perrera donde estaban ocurriendo los hechos más inverosímiles que jamás antes nos habían contando. Durante ciertas noches se escuchaban unos misteriosos ladridos semejantes a la lectura de alguna de las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes

A nosotros, desde el primer momento, no nos cupo la más mínima duda acerca de la autoría de esos ladridos. Con la ayuda de uno de los mejores veterinarios de la nación nos encaminamos hacia Valladolid, con las luces antinieblas encendidas debido a la ciega espesura blanca con la que te abraza el río Pisuerga.

Menudo bocado nos soltó al acercarnos, me parece que fue uno llamado Berganza. Sus dientes se marcaron en mi brazo dejándome una estela similar a esas letras que tantas veces habíamos leído. El veterinario dijo que el tal Berganza, o no me acuerdo si Cipión, mordiera unos cuadernos que llevamos para la ocasión y mordisco tras mordisco apareció el documento crítico de nuestro idolatrado Juan sin Credo sobre el Coloquio de los perros, bajo dirección de Fefa Noia, dentro de las jornadas de Puertas Abiertas de la Semana Cervantina, en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares.

Pastores de hombres en potencia, corderos disfrazados de lobos, corderitas, viboreznos, mujeres construyéndose. En definitiva pastores del género humano. La siempre alegre Jimena del Mar Mediterráneo, el ínclito Conde de Abascal y vuesa ignorantísima, el siempre ingobernable, Juan sin Credo agarramos el cayado y pasamos por la Cañada camino de Alcalá para contemplar, estupefactos, el engendro de Fefa Noia tomando en vano el nombre de Cervantes.

Mi adorado maestro Juan Antonio López Esteve me intentó enseñar el no ser sañudo con las diferentes puestas en escena a las que acudiera durante el resto de mi vida como espectador. Bien, prometo que lo intento. Cuanto más cuando el caso versa con actores del Curso de Formación del Centro de Estudios del Teatro de la Abadía. No precisamente, entiéndase, que quiera sacar la cara por la Abadía sino por el elenco novel.

El vestuario de los perros, Óscar de la Fuente en el papel de Berganza y Quique Fernández en el de Cipión, está ambientado dentro de una estética boogie-woogie demasiado desconcertante para mi gusto. Jorge Martín y Almudena Ramos representan un ramillete de papeles que les convierte en personajes comodín que diluyen su presencia y credibilidad escénica.

El decorado se reduce a un sinfín de sillas de diferentes tamaños y colores por donde se van desplazando cada uno de estos actores en pos de una nueva narración. El texto queda reducido a lo esencial en una labor de achique y poda que le hace perder algunos de sus aspectos más importantes para la comprensión del mismo, como es el caso de la crítica de la maledicencia que se desarrolla a lo largo de toda la obra y queda muy desdibujado en la versión teatral e, incluso, también ocurre con el episodio de la bruja Cañizares que está tratado con escasa atención.

Por otro lado, cabe destacar el acierto en el juego de las cajas al modo de matriuskas por cada uno de los diferentes narradores de la acción y el empleo del espacio escénico en toda su dimensión, tanto en sus tres niveles como el del mismo público.

En definitiva cuarenta minutos de histrionismo, barahúndas y perplejidades escénicas que hicieron pasar un buen rato a las cabezas de nuestro rebaño e hizo reafirmarnos en la idea de cuan saludables son las actividades lectivas fuera del aula.

De los suyos y Juan sin Credo volvieron a rebato, tras un agradable y breve tiempo de distensión, y a esPera(r) les devolvieron sobre la hora prevista con ganas y ánimo de preparar ese verde valle de la Arcadia donde apacienta manso el ganado siempre insatisfecho de los pastos que conducen a la madurez y sabiduría.

1 comentario

Volvoreta -

uf qué bien te has despachado: Qué entrantes, qué primeras razones, y las segundas! pero lo mejor, lo mejor, el POSTRE