Blogia
Juan sin Credo

Como generales para “ La Cena...”

Como generales para “ La Cena...”

 

Tiemblen butacas, candilejas, bastidores. Suban el telón, enciendan los focos y apaguen sus teléfonos móviles porque una nueva temporada de teatro acababa de comenzar y parecía que los documentos críticos de nuestro idolatrado Juan sin Credo no pararían de sucederse. Así ocurrió. Vuelta a la llamada incesante de un tono que suena y resuena. Anuncios desesperados en prensa, tanto escrita como oral. Vallas publicitarias, fijas y ambulantes, piden a gritos la solución inmediata del enigma.

 

(Vista del Hotel Palace)

Clientes del restaurante del Hotel Palace observaban, en la tan prestigiosa sopa de letras perteneciente a la Carta de su Gran Menú Especial, un mensaje que se repetía una y otra vez por mucho que mareasen el caldo con su cuchara para desordenarlo. Las letras volvían a su sitio formando una cadena fónica que, a buen seguro, algo trataba de comunicar. Como no podía ser de otra manera hasta allí fuimos para ponernos en contacto con el Chef que se mesaba los cabellos -apretados en la malla higiénica según normativa- ante la inminente perdida de reputación. No soportaba que la receta de una sopa salida de su imaginación se tropezase en una constante información que trastocaba su prurito de originalidad.

(Sopa de letras con mensaje)

Tal extraño caso nos hizo plantear unas pruebas selectivas muy competitivas de aspirantes expertos en la sopa boba. Muchos de ellos ni se presentaron. Otros tenían un currículum inmejorable. Al final optamos por un cuarentón que aún vivía con sus padres, no había frito ningún huevo en su vida y tenía cara de sopón. Con las primeras cucharadas se resolvió, prácticamente, el problema. No cabía ninguna duda acerca de la autoría de nuestro ingobernable Juan sin Credo. Doce cazuelas a rebosar de sopa bastaron para que descubriéramos un documento crítico sobre la obra La cena de los generales, de José Luis Alonso de Santos. Dirigida por Miguel Narros e interpretada en sus papeles principales por Sancho Gracia, Juanjo Cucalón y Ana Goya, el 23 de septiembre de 2009 en el Teatro Español. A continuación mostramos su cuestionada doctrina sin apenas eliminar ni una sola coma de su discurso.

(Unos huevos fritos mal hechos)

La vida continúa después del verano. En un principio parece imposible, algo que parece que nunca fuera a llegar. Siempre ese inicio de curso nos toma por sorpresa pero mirándolo bien comenzaba otra temporada, una nueva agitación en los patios de butacas, una buena ocasión para volver a abrazar a los amigos. Más de tres meses llevaba sin ver al lúcido Áng (d)el Mendi y casi tan de lo mismo a la florida manceba del gran Lolo (di A´)Trives. Así que sin importarnos tanto el desenlace de la obra sino el volvernos a ver, sanos y salvos, nos acercamos a la plaza de Santa Ana con la mejor y la más benévola de nuestras intenciones críticas. Esa actitud positiva hacia la amistad fue realmente la tabla de salvación de una “entretenida” comedia dirigida a un público mayor de edad.

(Juanjo Cucalón y Sancho Gracia en la primera escena)

Cruzábamos el pasillo hacia nuestras localidades con el telón abierto mostrando un escenario realista, fiel representación de una enorme cocina con tres fogones, sus extractores y múltiples utensilios de cocina. Colgado del techo un emblema falangista del yugo y las flechas que no da pie a ninguna posible interpretación, a ningún espacio simbólico para el vuelo de la imaginación del espectador. Alonso de Santos crea una amable visión de las dos Españas en clave de humor que está limpiamente llevada a la escena por Miguel Narros para hacer las delicias de unos pensionistas que esperan una diversión garantizada de la mano del mítico Sancho Gracia.

(Emblema de los vencedores sobre su propia miseria)

La puesta en escena se encuentra perfectamente organizada y se ofrece al espectador de una manera bastante lineal. Todo es muy sencillo, nada de complicaciones; hasta se emplean los paneles electrónicos que marcan el número y título de cada una de las escenas. Entre éstas se escuchan pasodobles, coplas, boleros y zarzuelas que hacen musitar el recuerdo juvenil de nuestras tan alegres compañeras de butaca.

Sancho Gracia, que realiza el papel del Sr. Genaro, maitre del Hotel Palace, deambula en susurros por el escenario dentro de un personaje que ni él mismo se cree. Su vuelta a los escenarios, después de su grave dolencia pulmonar, bien parece que será efímera, sobre todo al verle esputar cuando el resto de los actores estaba saludando. Atrás quedan sus memorables años como Curro Jiménez que le hicieron granjearse el prestigio de ser uno de los actores con mayor empaque dentro del panorama nacional.

(Sancho, Juanjo y Ana)

Sin embargo Juanjo Cucalón es el alma mater de la obra. Su papel como teniente Santiago Medina mantiene vivo el interés escénico y provoca la carcajada que hace viable la tan ligera dramaturgia. Suyos son los mejores momentos en los que el espectador disfruta de su hilarante y surrealista retórica castrense de agradar la cena de los generales.Por otro lado, aparece Ana Goya que no le va a la zaga, en cuanto a presencia dramática se refiere, a Juanjo. Su personaje de Chef suplente, organizadora y responsable de todo el equipo de cocineros y partener de Sancho Gracia, lo ejecuta con gran profesionalidad y ejerce un buen dominio de los diferentes registros, tanto de la voz como de la expresión corporal.

El resto del elenco sufre varios altibajos. De los cocineros destacan Emilio Gómez, en el papel de Tomás, por sus discursos de francachela con el vigilante Mustafá, Adolfo Grandy. También se merece una mención especial el personaje de Nando, representado por Víctor Manuel Dogar, al interpretar varias zarzuelas con un emocionado torrente de voz. Los demás se salvan, exceptuando la pareja que contrae el matrimonio. Nunca se sabe si el culpable de todo esto es el dramaturgo, el actor o el propio espectador. En una obra en la que todo se toma a rechifla, un personaje melodramático tiene que ser exageradamente bueno para que su actuación no quede desacreditada. Pues bien, esta situación no ocurre con Candela Arroyo. Su patetismo es francamente horrísono en una pose demasiado forzada, aunque en el saluda intente arreglarlo dándole una palmadita en la espalda a Sancho Gracia.

(Cocineros bailando)

En definitiva ninguna reflexión, ningún análisis de la realidad sino un rato agradable que nos hace pensar en que a los gestores culturales de Teatro Español, sólo les importa el éxito de taquilla en este comienzo de temporada, de la que esperamos que enmienden la plana pues un teatro público debe de preocuparse de ofrecer obras de más profundo calado que esta fútil frugalidad que termina siendo La cena de los generales

Dicen que Juan sin Credo y los suyos salieron a las Huertas en busca de otra cena más digestiva. Dicen que Juan sin Credo dijo que tanto realismo en el escenario chocaba con una simulada manipulación de los alimentos para la cena. Dicen que Áng (d)el Mendi dijo que no había verosimilitud en tanta blancura inicial y final de esos delantales tan blancos. Dicen que Lolo (di A´)Trives dijo que un espectador medio inglés ve en su vida al menos cinco puestas en escena de una obra de Shakespeare, Juan sin Credo le comentó que si un español sólo ve cinco veces una obra de Alonso de Santos o sus contemporáneos así nos van las cosas. Dicen que Itxi Estuñiga de Pasaron, la florida manceba del (di A´) Trives, dijo que el tiempo huye y que si por lo menos el español ve el teatro que ve ya va viendo algo.

(El tiempo que huye y se derrama)

 

 

1 comentario

Científicos Futuristas -

Nos encanta ver a este tipo de individuos faltando el respeto a las primeras de cambio