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Juan sin Credo

Gamoneda sigue en su rincón? y III

Gamoneda sigue en su rincón?  y III

Antonio Gamoneda tiene una voz lenta, pausada, entrecortada. Su disertación sobre la poesía no me importa tanto como la dicción de sus poemas; aún recuerdo la intensa emotividad impulsada en la atmósfera del mismo recinto, cuatro años antes, cuando leyó Blues del cementerio. Pero según parece, la elocución teórica va para largo.

Gamoneda se extiende, se pierde en los circunloquios de la analogía. Divaga y divaga. Remarca con sarcasmo que la poesía es el arte de la desobediencia y distribuirá su tiempo como mejor le venga en gana, a pesar de las advertencias previas hechas por el director del curso.

Cita a García Lorca, a Juan Larrea, a Octavio Paz, a Valery, a Eliot. Habla de la poesía como el arte de la memoria, donde la música es el estado original, y del poeta sin proyecto concreto que recibe una pulsión imprevista de un modo verbal mediante una conducción rítmica.

Habla y habla más y venga a hablar que no para.

Luis Alberto de Cuenca mira su reloj. Alfredo Taján, sentado a su lado, le cuchichea al oído. El resto del público nos revolvemos nerviosos en las sillas. Gamoneda podría seguir todo lo que le resta del día disertando sobre el Popol-Vul, Juan de la Cruz o de las abstracciones geométricas del neolítico como formas primarias de la aspiración al pensamiento poético.

Gamoneda parece darse cuenta y pide disculpas, ocasión que aprovechan Luis Alberto y Alfredo para marcharse. Tras hora y media larga de conferencia sólo le restará tiempo para leer tres poemas.

A pesar de un exhaustivo rastreo sólo consigo identificar dos. El otro, segundo en el orden de lectura, aparentemente inédito, es un homenaje a un amigo suyo iraquí, pronunciado Faigh o Fay, fallecido hace tres años, y que fue torturado por la policía de Sadam Hussein, sufriendo una epilepsia de origen traumático, cuyos primeros versos son: Has venido a mis venas/advierto tu dulzura.

Los poemas identificados son: Sucesos, de Extravío en la luz, poema largo instalado en su ya clásica línea hermética, y Canción errónea, publicado en un libro colectivo por ALDEM, asociación relacionada con la esclerosis múltiple. En este extraño poema, más propio del dictamen de un forense, abundan los términos cercanos a lo fisiológico, como por ejemplo cartílagos o vértebras.

El inminente octogenario Gamoneda termina por perderse en la lectura, debido al abanico de hojas en el que se ha convertido el guión de su conferencia. Sin ningún problema ni titubeo, como el experimentado capataz que domina bien el oficio, busca el folio correcto  -vuelta arriba, vuelta abajo-, arranca la sonrisa condescendiente de los espectadores y finaliza su densa conferencia y minúsculo recital en un salva de aplausos agradecidos.

 

Dicen que Juan sin Credo, aficionado ya al fetiche del autógrafo, se acercó a la fila para recibir unas letras ininteligibles de recuerdo.

Dicen que delante de Juan sin Credo había una joven vistosa que regaló a Gamoneda un ejemplar de un libro suyo de poesía dedicado. Dicen que Juan sin Credo vio como Gamoneda le buscó la lengua en el labio sin ningún pudor.

Por otra parte, también se oye decir que Juan sin Credo recibió, tras ese encontronazo lúbrico anterior de Gamoneda, bellas palabras de cariño hacia el ejemplar que llevaba de su obra, primera gran recopilación de su poesía, titulada “Edad”, editada por Cátedra.

Dicen que abandonando la Sala Europa, otras dos mujeres le preguntaron de dónde había sacado ese libro, respondiendo Juan sin Credo que de casa pero que seguramente en el pequeño puesto de libros del vestíbulo venderían libros de Gamoneda.

También dicen que saliendo ya del Euroforum Infantes, escuchó como la muchacha que regentaba ese puesto afirmaba sorprendida ante una impaciente cliente, la liquidación de existencias de todos los libros de Gamoneda en un santiamen.

Por último, dicen que dijo que la memorias sobre la vida de Ángel González, escritas por el Divino, le habían parecido con un punto de mayor intensidad en el tratamiento de la ficción literaria que la obra autobiográfica de Antonio Gamoneda, “Un armario lleno de sombras”.

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